viernes, 22 de julio de 2011

Dando tumbos (capitulo 1)


Regresaba borracho a casa, borracho como casi siempre pero más borracho que casi nunca. Por el camino se había caído dos veces pero fueron unas cuantas más las que estuvo a punto de hacerlo. Cerca del portal decidió sentarse en uno de los bancos del barrio que le habían visto crecer. En ese banco, merendaba cuando era niño y compartió miles de partidas de cartas con  amigos del barrio. Más tarde en ese mismo banco fumó su primer canuto y  a menudo recuerda que sentado en ese mismo banco fue la primera vez que probó el veneno paralizante de los besos y mentiras de una mujer. No quería subir a casa con semejante tajada, nadie le esperaba arriba…nadie excepto la más cruel enemiga que tanto temía e intentaba evitar a toda costa… la más terrible soledad.
Pasados quince minutos, con el sueño  dibujándose en sus ojos y una pizca de conciencia que le había devuelto el viento norte, que  aquella noche soplaba débil pero con sus habitual gélida caricia, le empujaron a tomar  el escaso trayecto que le quedaba hasta el portal. La mente en blanco, ruido de llaves y seguido un tímido gruñido y una mueca de desesperación por la inevitable prueba de fuego de abrir una cerradura a esas horas y en esa situación.
No menos desazón sintió al verse reflejado en el espejo de grandes dimensiones que decora la entrada del portal. Sintió en sólo un instante el alma en los pies, los pies fríos y el inminente ambiente de soledad que respiraría  al entrar en un hogar huérfano de ilusión.  
Los vecinos siempre le habían visto como un bicho raro, ninguno de ellos recuerda haberle oído nunca dar los buenos días, quizá para él, ninguno de sus días merecían tal cumplido. Cuentan que la vida le había tratado mal, el típico juguete roto que ha tocado fondo y se ha quedado  barado allí donde reposa el fango más pringoso.

jueves, 14 de julio de 2011

QUE BAILE EL RELOJ!!!



Dime lo que quiero escuchar,
Que me he vuelto más egoísta que dios.
Quiero que hablen de mí,
Incluso hasta los que me conocen bien.

¿Qué más da que el reloj siga bailando?
Peor sería que se parase
Y perderíamos la noción del tiempo.

Saca la guadaña y pongámonos serios
Que vamos a asesinar la mediocridad,
Luego la echaremos cal
Como hacen los que quieren
Borrar cualquier evidencia.

Que no se hable más,
Brindemos porque somos capaces de brindar.
Cuando salga el sol,
Nos habrá dado la razón.

martes, 12 de julio de 2011

COMO SI NADA



Tenía en la mirada
El brillo de un mar.
Un mar seco,
Un mar de lágrimas.
Sus palabras frías,
Frías como el aliento
 de un crudo invierno.

Su cabeza siempre inclinada  
hacia el suelo,
para no ver la desgracia
cerca de su casa.
Soñaba con salir corriendo,
Escapar sin mirar atrás,
Pero las risas
De sus dos pequeñas,
Le despertaban.
Ellas reían,
Él lloraba…

Y recorrían su estómago
Un ejército de hormigas.
Hormigas, asesinas de cigarras.
Y se mezclaba entre la gente
Como si nada,
Maquillaba su tristeza
 con una sonrisa forzada,
como si nada…
y él seguía como si nada
siendo nada.


domingo, 10 de julio de 2011

REQUIEM


¿Acaso creéis que ponerle una tirita a esta herida mortal va a servir para algo? No, ni mucho menos. Tampoco serviría si  incluso todos vosotros, siervos de la más cruel tiranía,  os quitarais la venda de los ojos e intentarais taponar la hemorragia, sería en vano.
Llegáis tarde. El último tren paso hace unos meses, nadie va a venir a sacarnos de esta vía muerta. Ya no nos miramos ni a la cara, porque en realidad, no hace falta. Todos sabemos quiénes somos y además quienes fuimos. El roce hace el cariño reza el populacho, y es verdad, porque yo con todo el cariño del mundo os perdería ya mismo y para siempre de vista sin tener que atravesar por este decadente y marchito cementerio.
El calor de este zulo ha enfriado demasiado nuestro brío. Ahora, en esta tenue agonía es inútil hacer más sangre. Abandonemos este lúgubre lugar!

sábado, 9 de julio de 2011

VACÍO HIRIENTE



Otra vez ayer sentí  el vacío, esta vez dónde más daño me hace, ¡Rodeado!
Además del vacío, esta vez, tuve que escuchar el hiriente silencio que brota de las infatigables cuerdas vocales de toda esa gente. Qué manera de hablar para no decir nada. En los colegios, ya desde que somos pequeños, deberían enseñarnos que es infinitamente más inteligente y más elegante estarse callado que decir cualquier cosa.
Pero no… se empeñan en ponerse sus mejores galas, en lucir figuras perfectas, y llamativos bronceados, pero desgraciadamente son incapaces de cuidar lo más mínimos sus palabras y entonces es cuando todo se viene abajo. Como en uno  de esos frenéticos sueños en los cuales somos los protagonistas y al llegar el momento álgido, todo se viene abajo con la rutinaria melodía de la desgracia que vomita el despertador.
Aunque para rutinaria y desgraciada melodía, ya tenemos el molesto murmullo construido por cientos de palabras intranscendentales que nos rodean con su vacío hiriente.